Una cirugía de tiroides sufrida hace 41 años la hizo abandonar la venta ambulante de refrescos, para iniciar otro negocio por el que hoy es conocida en Mejicanos.
Todas las tardes en la avenida Castro Morán, Mejicanos, Sara Concepción Barrera vende atol shuco. A las 3:00 de la tarde coloca una mesa de madera, una banca y una sombrilla blanca que le ayuda a cubrirse del sol y la lluvia. Luego, instala su pequeña hornilla artesanal, coloca una olla de barro y prepara la tradicional bebida. Sarita, como es conocida por sus vecinos y clientes, tiene 86 años, 40 de ellos los ha dedicado a vender el atol.
El negocio empezó en 1981, un año después de ser intervenida quirúrgicamente por la tiroides, una cicatriz en el cuello es la prueba. Los médicos recomendaron evitar las cargas en la cabeza para que no tuviera daños a corto y largo plazo, por ello dejó de vender refrescos naturales en el mercado de Mejicanos e inició con la venta de la bebida caliente.
“Estuve un año sin poder trabajar ni hacer nada y me puse bien triste en el tiempo que tardé en recuperarme. Le pregunté al doctor en una revisión cuando podría volver a trabajar y me dijo que mientras no cargara en la cabeza estaría bien, la herida fue bien grande. Ahora media vez el señor me tenga viva y me sienta bien, aquí voy a estar vendiendo”, cuenta.
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Una herencia
Mientras Sarita vende el shuco, su hija María Berrera, de 58 años, vende pan francés para que los comensales completen el platillo típico.
La octogenaria cuenta que hija ha sido el motor de su vida, por ello siempre se las ingenió. Narra que a ella nadie le enseñó a preparar el atol, pero ha ido aprendiendo y perfeccionando la receta a través de los años.
Ella lamenta que las nuevas generaciones no se interesen por aprender a preparar y consumir la bebida y teme que las tradiciones culinarias se pierdan con el pasar de los años.
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“Se están perdiendo estas tradiciones porque los jóvenes no quieren aprender estas cosas”, dice.
Sin embargo, invita a las personas a visitarla y consumir su bebida. Asegura que de lunes a viernes de 3:00 de la tarde a 8:00 de la noche siempre está en la entrada del pasaje Olmedo preparando el shuco y vendiendo cada vaso a $0.35.
Sarita garantiza todas las medidas de bioseguridad para evitar contagios de COVID-19: aplicación de alcohol gel y distanciamiento.
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“Para mí es una bendición mi trabajito, el saludar a mis clientes y siempre tenerles un atolito bien caliente con o sin chile, todo se prepara de manera artesanal para que se acuerden de cómo lo hacían las abuelitas de antes y se vayan felices”, dice.
Sarita no se dio por vencida, se reinventó y al día de hoy dice tener más energía para seguir preparando su venta con el mismo amor y calidad que la caracterizan desde hace 40 años.