Conoce las historias de Salcoatitán y los tesoros de una panadería fundada por el matrimonio Coronado en 1987. Ahora ícono del municipio.
Francisco Pérez Arana vivió en Salcoatitán, Sonsonate, en los años de 1930, era famoso en el pueblo y considerado el hombre más millonario de la zona, su riqueza era evidente.
Rosa Alarcón, de 91 años, cuenta que “Don Francisco” no confiaba en los bancos, por eso guardaba su dinero en la casa. El método, era bastante peculiar:
“Aquí teníamos un familiar que no creía en los bancos y guardaba su dinero en cajas de esas de muertos, las colgaba del techo y las dejaba en un cuarto con un vigilante. Cada cierto tiempo sacaba el dinero a asolear para que no se llenara de hongos por la humedad. Él los ponía al centro del patio, ahí se sentaba en un banquito de madera un guardia con dos pistolas y alrededor de él, el montón de pisto al sol. El guardia no tocaba el dinero, solo lo cuidaba y ya en la tarde llegaban los encargados de guardarlo y lo metían bien ordenadito en la caja para volverlo a subir”, cuenta Alarcón, quien ahora vive en Juayúa, pero atesora los recuerdos de su niñez en Salcoatitán.
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Un pueblo de encanto
Salcoatitán, es uno de los municipios de la famosa Ruta de Las Flores, está a minutos de distancia de Juayúa y Ataco.
El platillo tradicional de este pueblo es la yuca, sus derivados se encuentran en cada uno de los pequeños negocios que están alrededor del parque.
El parque central fue diseñado por el exalcalde Pedro Alarcón y por años se ha sido en uno de los puntos de encuentro de los habitantes, ahora por las medidas de bioseguridad para evitar contagios de COVID-19 son pocas las personas que lo transitan.
La pandemia no ha afectado mucho la vida tranquila de este pueblo y los turistas lo siguen visitando por el clima fresco, la arquitectura colonial de su iglesia, el parque de La Ceiba centenaria y la plaza gastronómica.
El Pan Nuestro
Sin embargo, el ícono de tradición y representación de Salcoatitán a nivel nacional e internacional es la panadería El Pan Nuestro, fundada en 1987 por Víctor Coronado y su esposa Ana de Coronado, ahora de 60 y 57 años, respectivamente.
El matrimonio asegura que su negocio es familiar y cada una de las recetas es propia, la especialidad es el pan semidulce como los erizos, conchas, pan de anís, salpores de arroz, trigo, hojaldres y galletas de mantequilla.
“Yo trabajaba en una panadería, me quedé sin trabajo y decidí montar mi propio negocio. No ha sido fácil, pero aquí estamos todavía”, cuenta don Víctor, como es conocido en el municipio.
Él fue el presidente del Comité de Turismo por ocho años, donde impulsaron eventos como el Festival de los gemelos, ya que en el pueblo de 6,000 habitantes hay aproximadamente 30 o más gemelos.
Ahora por la pandemia, muchos proyectos de este rubro se han detenido, está evaluando dejar el cargo y dedicar tiempo completo a su negocio, pues el pan que elabora junto a su esposa es bastante aceptado.
“Mucha gente viene a comprar, hay personas de otros países que vienen y llevan a sus familiares. Somos reconocidos”, dice.
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Decoración única
Además del olor a pan y la delicia de cada porción, el lugar llama la atención de los turistas porque en una esquina está un pintoresco mural que refleja un atardecer y frente a él una decoración de morros colgando.
Otro de los detalles donde las personas no dejan de tomarse fotos es una pared forrada con pequeños trozos de madera y al centro un espejo.
Ana asegura que el mantenimiento es constante, pues por ser madera es necesario fumigar la pared con frecuencia.
No obstante, los tesoros de El pan nuestro, no terminan acá, hay otro que es digno de admiración
El jardín bonsái
Víctor asegura que en su rincón mágico se encuentran alrededor de 55 árboles bonsái y otros que son considerados pre-bonsáis. Todos requieren de cuidados permanentes.
Cuenta que una de las dificultades cuando empezó esta pasión, fue la poca información que tenían, por ello los primeros fueron hechos de forma empírica y confiando en su intuición. Sin embargo, con los años empezó a asistir a diferentes recursos para perfeccionar su técnica y formar parte de la Asociación Nacional de Bonsái.
“Hemos tenido la oportunidad de ser visitados por muchas personas nacionales y extranjeras, incluso los embajadores de Taiwán y Japón”, relató.
“Con mi esposa estamos próximos a retirarnos y dejar que nuestras hijas empiecen a darle vida y nuevo enfoque al negocio también el proyecto de abrir una nueva sucursal con un concepto más abierto, con vistas a los volcanes, para ayudar a innovar el turismo de nuestro municipio”, concluyó.
Muchas felicidades por el artículo. Muy interesantes las historias de ese pintoresco municipio y su gente. Éxitos a ustedes y a los emprendedores del pan.