«¿Cómo hago para hablar con ella?». La pregunta fue parte de un monólogo mental de Ramsés Calderón, tras conocer a Michelle LaValleé, la mujer que minutos antes le hizo pensar «Ella es».
Ramsés Calderón es músico, ha compuesto obras para orquestas sinfónicas, para conciertos de guitarra clásica y piano. Estudioso de las técnicas, vida y obra de Agustín Barrios Mangoré, a la hora de hablar de amor, no encontró las palabras adecuadas.
Para su suerte, el destino tenía elaborada la ruta.
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Nacido en El Salvador, Ramsés Calderón vive en Canadá desde 2000. Es músico desde los 11 años, fue miembro del grupo Xolotl. Su formación estuvo a cargo de cinco discípulos de Agustín Barrios Mangoré (destacado compositor y guitarrista clásico nacido en Paraguay. Llegó a El Salvador en 1939 donde fue profesor de guitarra en el Conservatorio Nacional de Música de El Salvador). Como músico y compositor ha visitado no menos de 16 países. Una de sus pasiones de siempre son las comunidades indígenas.
El amor llama a la puerta
Esa pasión le hizo conocer el amor. Colaboraba en una actividad indígena cuando vio a una muchacha que le cambió su vida. Amor a primera vista.
Ramsés, de ser un artista acostumbrado a la soledad, pasó de inmediato a seguir su monólogo mental «¿Cómo hago para hablar con ella?». No tenía idea de cómo enfrentar situaciones románticas.
No se le ocurrió más que decirle «Qué bonita su cartera». Era una elaborada con un caparazón de tortuga.
Él estaba listo para hablar de su arte y de la manera que ayudaba a los ancianos de la comunidad indígena. Pero se quedó callado cuando ella le explicó «Soy la curadora de esta exhibición».
Las curadoras se consideran como interpretes de la cultura artística, selecciona, filtra y elige las piezas que se van a exponer.
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Ramsés quedó impresionado. Concluyó la actividad y no dejaba de pensar en Michelle.
Una semana merodeó por la zona con la esperanza de encontrarla en la calle.
El 21 de junio de ese año, día de los pueblos originarios, Ramsés ayudaba a los abuelos a preparar la ceremonia, cuando vio a Michelle.
Tiempo después, ella le confesó que nunca había asistido a ese tipo de actividades, pero ese día quiso ir. Pura casualidad…
Los nervios de Ramsés sólo se podían comparar con su entusiasmo al verla.
Señales y más señales
Al concluir la ceremonia, había un desayuno en la ciudad. Comieron, caminaron. Ramsés iría a un pow wow (reunión de comunidades indígenas). Michelle le dijo que lo acompañaría una parte del camino «porque tenía que hacer otras cosas».
Caminaron, pasaron el sitio en que ella debía desviarse y llegaron a un parque. Ramsés considera que todo eran señales de que iban por el camino adecuado para convertirse en pareja.
En el parque, dos abuelas tenían dos árboles considerados sagrados y debían pasar entre ellos.Una abuela dijo a la otra «Qué bonita pareja». Primera señal, recuerda Ramsés.
«Nos hicimos los suizos», sonríe Ramsés al recordar. Luego un grupo de compañeros los llamó a danzar.
Llegó un pintor que les dijo que buscaba una pareja para que posaran y les pidió hacerlo. Segunda señal.
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La tercera señal fue más marcada, aunque Ramsés lo supo hasta después: La hermana de Michelle casualmente pasó cerca del sitio en que estaban. Los vio, tomó su teléfono y le escribió preguntando «quien era ese».
Michelle respondió: «La persona con quien me voy a casar».
«La cosa estaba candela», dice Ramsés sin ocultar su entusiasmo ante los recuerdos.
El matrimonio
Fueron novios de 2005 hasta 2012, año en el que se casaron. En 2013 decidieron tener una hija. Nació Xochil Elena.
Ramsés vive plenamente el amor. Se describe como una persona muy romántica pero disciplinada.
«Puedes estar con una mujer bella, divertirte, pero no hay química, no hay esa magia. La mayoría de los hombres busca la belleza física, la parte sexual. Otros queremos alguien con quien conversar, que nos de apoyo. Son cuestiones que trascienden. Nosotros no sabemos si vamos a lograr llegar, no sabemos cuanta vida nos toca. Disfrutamos lo que hay que disfrutar», comenta.
Nueve años de matrimonio y Ramsés admira cada vez más a su esposa. Ella es callada, a él le encanta conversar. Ella es extremadamente organizada. Ramsés admite ser desordenado.
A Ramsés le toca viajar periódicamente. Ella queda con su trabajo y el cuidado de la niña y no es sencillo.
«Como músico tú haces el espacio, tengo tiempo para estar con la niña, irla a dejar, pero los momentos que me dedico a la música son solo para eso. Si le toca a mi esposa, trabaja y cuida a Xochil, todo en orden», detalla.
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Ramsés piensa que la fortaleza espiritual de la mujer es muy importante en la vida de todo hombre y que se debe apreciar.
«La dadora de vida ya nace con extra concepciones, ve las cosas desde todos los ángulos», indica al enfatizar que todos los galardones que pueda recibir en la vida son para Michelle.
Ella es la que ordena su vida, la que lo complementa, protege y motiva.
Ramsés Calderón y la música
Se considera un ser humano en proceso evolutivo, que busca el desarrollo espiritual. La música es el elemento en que puede manifestarse.
Nació en San Salvador y radica en Quebec, Canadá. Ejecuta diferentes instrumentos. Pero su pasión y eterna compañera es la guitarra. Desde 1993 investiga y preserva la historia musical de El Salvador y Centroamérica.
Con apoyo de sus cinco maestros, los discípulos de Agustín Barrios Mangoré, documentó el método original de guitarra usado por Mangoré entre 1940 y 1944. La obra fue publicada en inglés.
En 2017 trabajó en la musicalización de la ceremonia de cierre de los II Juegos Mundiales de los Pueblos Indígenas, celebrados en Canadá en 2017.
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Su obra «Concierto de una vida», fue ejecutada por la orquesta Sinfónica de El Salvador, en el cierre de la conmemoración del Bicentenario de la Independencia de El Salvador.
Ha compuesto unas ocho piezas para orquesta, cerca de 40 para guitarra, una para piano.
Sus composiciones incorporan música tradicional y ritmos mesoamericanos, especialmente salvadoreños.
Guarda recuerdos y respeto de sus maestros: A don Cándido Morales por el carácter rígido y estricto; de don Víctor Urrutia destaca el carácter jovial.
«Hay que reírnos hasta de lo malo, qué se le va a hacer», fue una de las frases que más le impactó. Don Cecilio Orellana lo impresionó por su extrema humildad.»Y eso que hasta Mangoré le llamaba maestro, con respeto», explica.