Rolando Menéndez es un hombre ingenioso que lleva consigo a ese niño mitológico que todos los salvadoreños conocen, pero también es un ser humano con muchos sueños por cumplir y algunos miedos.
Rolando Menéndez es un hombre de buena plática, baja estatura, cálido y muy carismático. Desde pequeño demostró tener un gusto especial por el canto, fue a los siete años cuando cantó por primera vez en el acto escolar para el día de la madre. Este talento lo ha acompañado a lo largo de su vida, en su adolescencia decidió estudiar bachillerato en artes en el CENAR. Después comenzó sus primeros trabajos como guionista de un programa llamado “Club Infantil”.
Cuando trabajaba para este programa, tuvo la iniciativa de crear el personaje de El Cipitio, al principio era una canción de inspiración folclórica. Después de esa actividad en el año 1982, representó por primera vez a dicho personaje.
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Menéndez es un hombre de teatro y un salvadoreño en contacto con la identidad nacional, por lo que la caracterización de la famosa leyenda El Cipitio llamó la atención de productores de cine, de esta manera, él pudo hacer mejoras al personaje para que tuviera un acabado más profesional.
Conciencia social
También creó los personajes arquetipos de la serie que representaban la condición humana como la bondad, la maldad y la drogadicción. Así fue como El Cipitio se ganó los corazones de muchos salvadoreños.
“Una de las mayores satisfacciones es ver que la gente que es adulta recuerda al Cipitio con mucha alegría, me gusta sentir eso porque siento que hemos trascendido en el tiempo”, comenta.
No todo ha sido alegría en la vida de Rolando Menéndez, su voz y su escenario también se han prestado para la crítica social, su personaje de Chepe Tanates fue vetado y mal visto por la oposición política de aquella época, “me dejaron de contratar en algunas alcaldías por representar a ese personaje, por eso ya le querían poner colores al Cipitio”.
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A pesar de esto, siempre se ha tomado muy en serio su papel de interpretar la mitología salvadoreña.
“Nos mostramos como una alternativa diferente a tanto programa alienante que se presentaba en los medios de comunicación”, asintió con seguridad.
El teatro y la música no solo han sido su herramienta de trabajo, sino que como todo artista, son la base y motivación de su vida cotidiana.
Rolando también escribe y graba sus canciones favoritas de las viejas épocas y glorias mexicanas, mientras revisa los documentos canta unos versos de Sombras nada más, de Javier Solis: “Quisiera abrir lentamente mis venas. Mi sangre toda verterla a tus pies”.
Sus tesoros
A su edad, Menéndez cuenta con la dicha de tener viva a su madre de 94 años, vive con ella y con su hijo. Su madre ha sido inspiración para su arte, la mayor admiradora de sus locuras, Ordelia, a la que le escribió una canción llamada: Río de Luz, y su padre el tema Gigante de Corazón.
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Entre los tesoros más importantes del artista están los guiones que escribió para Club Infantil y el programa Fantasía, así como la tesis que entregó en la Universidad de El Salvador para graduarse en la licenciatura en letras, título que le llevó 14 años sacar.
Ahora espera dar a conocer estos trabajos porque ahí consigna alguna de sus obras, recopilación de literatura de escritores salvadoreños y la importancia de enseñar a los niños los valores para “ser personas de bien”.
Menéndez es un hombre tranquilo, al que su creatividad le ha dado muchas satisfacciones y el reconocimiento no solo de los salvadoreños sino que también del mundo. A este hombre que parece haberlo logrado todo, hay una cosa que le da miedo, la muerte.
Hace un par de años tuvo un pre infarto, desde entonces, se toma la vida más “al suave”, sale a bicicletear, comparte con su familia y hace ejercicio. Al igual que su personaje El Cipitio, conserva esas ganas de vivir y esa juventud eterna, despidiéndose entre canciones y recuerdos, Don Rolando dice Adiós y que espera verlos pronto.
Siempre lo admiré, mis hijos y mis nietos no se perdían su gran programa.Deja un gran mensaje social. Se le extraña.